Nota: menores de edad, personas hipersensibles y puristas del idioma abstenerse.
Flora, empleada pública
Lorena, nena
Noelia, maestra
Kika, mucama
Filomena o "A mí la vida me sonrie."
Yolanda o "Vos me lo hacés a propósito: no me podés ver feliz."
27.1.11
"Los gallegos somos nosotros"
Por José Pablo Feinmann - Página/12, Argentina, 4.11.2000
1. Este país surgió de un chiste de gallegos. Porque eso fue la Revolución de Mayo: un chiste de gallegos. Fue decirles ostensiblemente a ellos, los gallegos, que no se los quería más por estas tierras, ya que eran un pueblo que históricamente atrasaba, ya que eran, ellos, la “barbarie” en comparación con los países a los que la Revolución quería unir su destino: Francia e Inglaterra. De este modo –y durante casi todo el siglo XIX–, la historia argentina se hizo contra España, debíamos liberarnos de los “gallegos”, tanto en lo militar como en lo cultural. Convengamos en que en esos tiempos todavía no se les decía “los gallegos”, pero España representaba aquello que había que abandonar, dejar atrás. En suma, la barbarie en su expresión colonialista y arcaica. Los nuevos tiempos reclamaban otros horizontes geopolíticos, otros rostros de la Europa: los que encarnaban el Progreso, es decir, el librecambio smithiano inglés y el contractualismo roussoniano francés, con una osada condimentación jacobina en lo político. Tal fue la urdimbre del gesto “antigallego” de Mayo.
Los jóvenes románticos de la generación del ‘37 (Echeverría, Alberdi, Vicente Fidel López, Juan María Gutiérrez) se lanzaron, desde el Salón Literario, a la búsqueda de una identidad nacional. Había que encontrar una filosofía para constituir un país, según la fórmula de Alberdi. Mayo había sido el triunfo de la espada, era ahora el momento del triunfo de la inteligencia. Para tal empresa, nuestros jóvenes próceres se lanzaron a contar chistes de gallegos. Es decir, a hablar pestes de España, a denigrarla. Echeverría dijo: “Somos independientes, pero no libres. Los brazos de España no nos oprimen, pero sus tradiciones nos abruman”. Gutiérrez fue aún más hiriente; su chiste de gallegos fue acaso el más virulento. “La nación española (...) nunca ha salido de un puesto humilde e ignorado en la escala de la civilización europea”. Alberdi acercó lo suyo: “La España nos hacía dormir en una cuna silenciosa y eterna”. Y también: “A la España le debemos cadenas; a la Francia, libertades”. Luego propuso cambiar el idioma español por el francés, que tenía, dijo, una “armonía más íntima con nuestro pensamiento americano”. (Estas citas están en mi libro Filosofía y nación, Ariel 1996, pp. 98/99.) [...].
2. ¿Cuándo se les empezó a decir “gallegos” a los españoles? Esto tiene que ver con el fenómeno inmigratorio. Como todos saben, este país se hizo con la inmigración. (Nota: Si a usted le incomoda que escriba “este país” y no “nuestro país”, me permitiría preguntarle ¿de veras todavía cree que este país es “nuestro”?) Todos conocemos ese viejo chiste: el hombre desciende del mono; los argentinos, de los barcos. Pero –para ser precisos– digamos que quienes descendieron de los barcos para convertirse en argentinos fueron ellos. Sí, los gallegos. Venían de Galicia, se embarcaban en el puerto de Vigo y soñaban con hacer la América. No la hicieron. Se transformaron en anarquistas libertarios, en sindicalistas o –masivamente– en dueños o mozos de bares. Así, el español que el argentino medio conoció fue “el gallego”. El gallego pobre, el que venía con una mano atrás y otra delante, el que no tenía estudios, el que era lanzado a estas costas por la pobreza, por el desencanto con el espacio natal. Fue blanco fácil para los porteños piolas que habitaban los bares. Se convirtió en símbolo de la torpeza, de la estupidez, de la incultura. Ser “un gallego” fue, sin más, ser un bruto. No es casual que la muy exitosa antología de Pepe Muleiro se llamara: Los más inteligentes chistes de gallegos. El título jugueteaba con el oxímoron “gallego inteligente”, pero otra posible e inmediata lectura expresaba que los chistes eran “inteligentes” porque los habíamos hecho nosotros, los argentinos. Así, los chistes de gallegos eran el divertido resultado de la inteligencia argentina trabajando sobre la materia prima de la brutalidad gallega.
3. El concepto de gallego quedó pegado a la figura del español inmigrante y asumió tal poder que cubrió, enturbiándolo, a todo lo hispánico. En poco tiempo y para siempre todos los españoles fueron gallegos, aun aquellos que nos aclaraban que no lo eran, que venían de otras partes de España. Vano intento: el que venía de España era gallego y punto. En el Diccionario de María Moliner, “gallego” –en una de sus acepciones– se explicita como un giro hispanoamericano: “Se aplica a los inmigrantes españoles”. No obstante, por esas cosas de la historia, por la contrainmigración protagonizada por los argentinos durante las últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI, pronto María Moliner incorporará la palabra “sudaca” a su Diccionario. Y dirá: “Se aplica a los inmigrantes argentinos”. Y los argentinos piolas habrán de reconocer algo: esta palabra, sudaca, tramada por las palabras sudor y caca, expresa un refinado nivel de crueldad. Pocas veces el desdén fue tan ingeniosamente expresado. Ahora los piolas argentinos lo saben: los gallegos son muy inteligentes. Pero ese saber lo sufren en carne propia, como una fiera venganza de la historia.
4. [...] No son nada tontos los “gallegos”: sus grupos económicos en el país de los piolas son Repsol-YPF, Telefónica de España, Banco Santander, Endesa (Edenor y Edesur) y SEPI (Aerolíneas Argentinas), entre otros. O sea, si los “gallegos” quieren, los argentinos piolas nos quedamos sin petróleo, sin teléfonos (ya no podremos contarnos por teléfono chistes de gallegos), sin agua, sin luz y sin volar a ninguna parte.
Envidia, por Javier Inga
Acaso algunos chistes (pero no ya “de gallegos”, sino “de argentinos”) arrojen algo de luz. [...] Se dice que los niños argentinos ya no juegan a las escondidas porque a nadie le interesa encontrarlos. [...] Que los argentinos son tan boludos como para poner un huevo en el microondas y agarrarse el otro al cerrar la puerta. Que se ahogan si les ponen un espejo en el fondo de un lago. Que cuando hay tormenta y relampaguea miran hacia arriba porque creen que Dios les está sacando una foto. Que tienen el mejor antitranspirante del mundo: la desocupación.
Por último, usted sabrá, como sabemos todos, que la OEA dice que la esperanza de vida es en España de 77 años y aquí de 67. Que ellos –sí, los “gallegos”– destinan 4600 millones de dólares para investigación y desarrollo y nosotros –de piolas que somos– sólo 1700. Que el PBI español duplica al nuestro y también el PBI por habitante. Que el desempleo [en Argentina] es notoriamente menor y que [ellos] están 15 lugares más arriba en el ranking mundial de productividad. Que no hay película argentina donde no aparezca un “gallego” porque para hacer cine tenemos que pedirle dinero a España. Entonces, aquí, usted, yo, todos los argentinos piolas que durante años nos divertimos con esos chistes sobre gallegos brutos, nos preguntaremos: ¿Quiénes son los gallegos? Y la respuesta es el título de esta nota.
1. Este país surgió de un chiste de gallegos. Porque eso fue la Revolución de Mayo: un chiste de gallegos. Fue decirles ostensiblemente a ellos, los gallegos, que no se los quería más por estas tierras, ya que eran un pueblo que históricamente atrasaba, ya que eran, ellos, la “barbarie” en comparación con los países a los que la Revolución quería unir su destino: Francia e Inglaterra. De este modo –y durante casi todo el siglo XIX–, la historia argentina se hizo contra España, debíamos liberarnos de los “gallegos”, tanto en lo militar como en lo cultural. Convengamos en que en esos tiempos todavía no se les decía “los gallegos”, pero España representaba aquello que había que abandonar, dejar atrás. En suma, la barbarie en su expresión colonialista y arcaica. Los nuevos tiempos reclamaban otros horizontes geopolíticos, otros rostros de la Europa: los que encarnaban el Progreso, es decir, el librecambio smithiano inglés y el contractualismo roussoniano francés, con una osada condimentación jacobina en lo político. Tal fue la urdimbre del gesto “antigallego” de Mayo.
Los jóvenes románticos de la generación del ‘37 (Echeverría, Alberdi, Vicente Fidel López, Juan María Gutiérrez) se lanzaron, desde el Salón Literario, a la búsqueda de una identidad nacional. Había que encontrar una filosofía para constituir un país, según la fórmula de Alberdi. Mayo había sido el triunfo de la espada, era ahora el momento del triunfo de la inteligencia. Para tal empresa, nuestros jóvenes próceres se lanzaron a contar chistes de gallegos. Es decir, a hablar pestes de España, a denigrarla. Echeverría dijo: “Somos independientes, pero no libres. Los brazos de España no nos oprimen, pero sus tradiciones nos abruman”. Gutiérrez fue aún más hiriente; su chiste de gallegos fue acaso el más virulento. “La nación española (...) nunca ha salido de un puesto humilde e ignorado en la escala de la civilización europea”. Alberdi acercó lo suyo: “La España nos hacía dormir en una cuna silenciosa y eterna”. Y también: “A la España le debemos cadenas; a la Francia, libertades”. Luego propuso cambiar el idioma español por el francés, que tenía, dijo, una “armonía más íntima con nuestro pensamiento americano”. (Estas citas están en mi libro Filosofía y nación, Ariel 1996, pp. 98/99.) [...].
2. ¿Cuándo se les empezó a decir “gallegos” a los españoles? Esto tiene que ver con el fenómeno inmigratorio. Como todos saben, este país se hizo con la inmigración. (Nota: Si a usted le incomoda que escriba “este país” y no “nuestro país”, me permitiría preguntarle ¿de veras todavía cree que este país es “nuestro”?) Todos conocemos ese viejo chiste: el hombre desciende del mono; los argentinos, de los barcos. Pero –para ser precisos– digamos que quienes descendieron de los barcos para convertirse en argentinos fueron ellos. Sí, los gallegos. Venían de Galicia, se embarcaban en el puerto de Vigo y soñaban con hacer la América. No la hicieron. Se transformaron en anarquistas libertarios, en sindicalistas o –masivamente– en dueños o mozos de bares. Así, el español que el argentino medio conoció fue “el gallego”. El gallego pobre, el que venía con una mano atrás y otra delante, el que no tenía estudios, el que era lanzado a estas costas por la pobreza, por el desencanto con el espacio natal. Fue blanco fácil para los porteños piolas que habitaban los bares. Se convirtió en símbolo de la torpeza, de la estupidez, de la incultura. Ser “un gallego” fue, sin más, ser un bruto. No es casual que la muy exitosa antología de Pepe Muleiro se llamara: Los más inteligentes chistes de gallegos. El título jugueteaba con el oxímoron “gallego inteligente”, pero otra posible e inmediata lectura expresaba que los chistes eran “inteligentes” porque los habíamos hecho nosotros, los argentinos. Así, los chistes de gallegos eran el divertido resultado de la inteligencia argentina trabajando sobre la materia prima de la brutalidad gallega.
3. El concepto de gallego quedó pegado a la figura del español inmigrante y asumió tal poder que cubrió, enturbiándolo, a todo lo hispánico. En poco tiempo y para siempre todos los españoles fueron gallegos, aun aquellos que nos aclaraban que no lo eran, que venían de otras partes de España. Vano intento: el que venía de España era gallego y punto. En el Diccionario de María Moliner, “gallego” –en una de sus acepciones– se explicita como un giro hispanoamericano: “Se aplica a los inmigrantes españoles”. No obstante, por esas cosas de la historia, por la contrainmigración protagonizada por los argentinos durante las últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI, pronto María Moliner incorporará la palabra “sudaca” a su Diccionario. Y dirá: “Se aplica a los inmigrantes argentinos”. Y los argentinos piolas habrán de reconocer algo: esta palabra, sudaca, tramada por las palabras sudor y caca, expresa un refinado nivel de crueldad. Pocas veces el desdén fue tan ingeniosamente expresado. Ahora los piolas argentinos lo saben: los gallegos son muy inteligentes. Pero ese saber lo sufren en carne propia, como una fiera venganza de la historia.
4. [...] No son nada tontos los “gallegos”: sus grupos económicos en el país de los piolas son Repsol-YPF, Telefónica de España, Banco Santander, Endesa (Edenor y Edesur) y SEPI (Aerolíneas Argentinas), entre otros. O sea, si los “gallegos” quieren, los argentinos piolas nos quedamos sin petróleo, sin teléfonos (ya no podremos contarnos por teléfono chistes de gallegos), sin agua, sin luz y sin volar a ninguna parte.
Envidia, por Javier Inga
Acaso algunos chistes (pero no ya “de gallegos”, sino “de argentinos”) arrojen algo de luz. [...] Se dice que los niños argentinos ya no juegan a las escondidas porque a nadie le interesa encontrarlos. [...] Que los argentinos son tan boludos como para poner un huevo en el microondas y agarrarse el otro al cerrar la puerta. Que se ahogan si les ponen un espejo en el fondo de un lago. Que cuando hay tormenta y relampaguea miran hacia arriba porque creen que Dios les está sacando una foto. Que tienen el mejor antitranspirante del mundo: la desocupación.
Por último, usted sabrá, como sabemos todos, que la OEA dice que la esperanza de vida es en España de 77 años y aquí de 67. Que ellos –sí, los “gallegos”– destinan 4600 millones de dólares para investigación y desarrollo y nosotros –de piolas que somos– sólo 1700. Que el PBI español duplica al nuestro y también el PBI por habitante. Que el desempleo [en Argentina] es notoriamente menor y que [ellos] están 15 lugares más arriba en el ranking mundial de productividad. Que no hay película argentina donde no aparezca un “gallego” porque para hacer cine tenemos que pedirle dinero a España. Entonces, aquí, usted, yo, todos los argentinos piolas que durante años nos divertimos con esos chistes sobre gallegos brutos, nos preguntaremos: ¿Quiénes son los gallegos? Y la respuesta es el título de esta nota.
Asunto relacionado: Mariano Akerman - ¿Qué es un estereotipo?
26.1.11
Estereotipo
¿Qué es un estereotipo? Por definición un ESTEREOTIPO es un prejuicio o noción fija e inmutable. Suele tratarse de una generalización simplista que parte del prejuicio, siendo un preconcepto, bueno o malo, pero siempre uno que carece de un sólido sustento empírico o completo conocimiento de la realidad. El estereotipo habla de superficialidad y juicio a la ligera, de veredicto sin suficiente conocimiento de causa.
Etimológicamente, el término ESTEREOTIPO proviene de la palabra griega stereos que quiere decir "sólido" y typos que significa "marca."
Así, el ESTEREOTIPO no es otra cosa que una plancha empleada en impresión, un CLICHÉ u objeto empleada para estampar, o sea, algo inmutable y repetido hasta el cansancio, pero de validez cuestionable. Por analogía, es el estereotipo entonces un prejuicio de corte ordinario y discutible.
Generalizaciones comunes expresadas en 21 estereotipados pictogramas.
Algunos estereotipos ordinarios y repetidos hasta el hartazgo son de hecho no más que generalizaciones prejuiciosas, arbitrarias y peligrosas, frecuentemente basadas en la ignorancia o la desinformación:
Los datos obtenidos de los libros y/o medios de difusión son todos precisos y confiables.
Europa es la civilizadora del mundo.
Ser blanco es ser mejor que ser de otro color.
En América estamos todos con la pluma en la cabeza.
Los rusos van siempre de un extremo al otro.
Los estadounidenses son los responsables de todos los males que padece Latinoamérica.
Los británicos son puntuales.
Los españoles le dieron cultura los aborígenes americanos.
Los italianos bociferan y hablan a los gritos.
Los franceses son exquisitamente refinados.
Los polacos son analfabetos.
Los escandinavos son para la humanidad un modelo a imitar.
Los alemanes son altos, rubios y de ojos celestes.
Pura es la sangre de los austríacos.
Los gitanos son embusteros y ladrones.
Los judíos son astutos y avaros.
Los musulmanes son violentos.
Los negros son caníbales.
Los orientales son tramposos.
Los japoneses son perfeccionistas y todo sonrisas.
Los negociadores del conflicto del Medio Oriente son todos inoperantes.
Una linda apariencia no puede sino ser la expresión de buenas intenciones.
Las mujeres son débiles.
Las rubias son tontas.
Zurdos y pelirrojos son seres dotados de dones especiales.
La gente soltera es desequilibrada.
Los homosexuales son afectados.
Los travestis son histéricos y odian a las mujeres.
Macho es sólo quien deja embarazada una mujer.
Nada tiene Europa que aprender de sus inmigrantes.
Desconfiar se debe de todo lo extranjero.
En el primer mundo se vive siempre muy bien.
Las ciudades son antros de perversión y maldad.
Ser provinciano implica estar en el retraso.
Las aberraciones sólo se dan entre las personas.
El hombre es cruel.
Solo el hombre destruye la naturaleza.
La naturaleza es bella.
Las personas somos superiores a todos los animales, lo mejor de la Creación.
Dios nos ama a todos por igual porque es bueno y, además, todo lo perdona, siempre.
La generalización y el abuso verbal son rasgos distintivos de la sociedad neurótica de nuestro tiempo.
ESTEREOTIPO COLECTIVO. El caso ahora ilustrado se refiere a Manolo, quien aparece en algo que se vende como "chistes de gallegos." El personaje es en sí mismo un estereotipo negativo y, eufemísticamente, hace alusión a los españoles como conjunto, ridiculizando su presunto orgullo y atacando aquello que se presenta como su irradicable ignorancia. Ridícula es la apariencia de Manolo en traje de gala violáceo y portando varios anillos, cosa que habla tanto de su éxito financiero como de su mal gusto. Racista es la concepción de sus rasgos, en los que acentúan las gruesas cejas negras que forman un verdadero puente peludo sobre los ojos del personaje. La apariencia de Manolo es ridícula y desagradable. Lo acaso gracioso del asunto va aquí acompañado de considerable violencia. Discriminatoria es la insistencia sobre su supuesta torpeza e irremediable incapacidad intelectual. Manolo constituye el estereotipo del bruto, la bestia bruta y el burro hasta la médula: "¿Qué es un burro con un gallego arriba? Un burro de dos pisos" (Ricardo Parrotta, alias Pepe Muleiro, Los más inteligentes chistes de gallegos, Planeta, 1993). Y eso no es todo: "¿Por qué no se puede llamar basura a un gallego? Porque hay veces que la gente tira cosas que huelen bien."
Considerando que los "chistes de gallegos" han invadido ya desde hace tiempo las librerías del Cono Sur y sabiendo que este producto tiene incluso gran éxito en el mercado, uno siente asco. Oportunamente la colectividad gallega presentó una denuncia frente a este producto que causa indignación. Hoy queda claro que estos "chistes de gallegos" de hecho no pertenecen a los gallegos sino que los estereotipan, se mofan de ellos y los segregan como comunidad.
MEDIOCRIDAD Y ESTEREOTIPO
Caracteriza al estereotipo su rigidez y el no admitir ni el matíz ni las mediastintas. En otras palabras, el estereotipo habla de maniqueísmo y expresa una percepción del mundo en términos de lo uno o lo otro: blanco o negro, lindo o feo, bueno o malo, normal o anormal, admirable o despreciable, etc. Con el estereotipo el mundo es por consiguiente definido en términos absolutos. Las transiciones no existen. El estereotipo rechaza relatividades y cuestionamientos. Anula la reflexión. Inhibe el pensamiento. Se alimenta de frases hechas y aplica la ley de la respuesta automática, siendo por ello algo íntimamente ligado a la ignorancia y el conformismo, la cultura de masas y la manipulación de las mismas.
Desde su supina ignoracia y mediocridad, la masa perpetua los estereotipos. Y dado que el ser mediocre no emplea de ningún método científico, solo rebuzna creencias de conformista. Es así que cuando estereotipa tiende a babearse abundantemente desde el prejuicio, reaccionando así cual perro cautivo en el laboratorio de Pavlov al oir sonar la campanita. Ya que el prejuicio opera en él como si se tratase de un reflejo condicionado.
Significativamente, aquello que los seres mediocres jamás se cuestionaron ni se cuestionan es un ¿a quién le resulta provechoso y conveniente el que se perpetúen los estereotipos y por qué?
NOSOTROS Y LOS OTROS
Prejuicio (2009), por Javier Inga
ESTEREOTIPO Y DEMAGOGIA
Considerando que el fin justifica los medios, los gobiernos dictatoriales a menudo recurren a estereotipos y los emplean con propósitos puramente demagógicos.
Considerando que el fin justifica los medios, los gobiernos dictatoriales a menudo recurren a estereotipos y los emplean con propósitos puramente demagógicos.
Adolfo Hitler sostenía que la "raza aria" era la más "fuerte" y "pura," "superior" a las demás y por eso no debía no mezclarse con ninguna otra, siendo su destino el dominarlas todas. Muy a su pesar, varios afroamericanos ganaron medallas de oro en los juegos olímpicos que tuvieron lugar en la Alemania totalitaria de 1936. Tal fue, por ejemplo, el caso de Jesse Owens. Y para incomodidad de Hitler, su propio país obtubo una medalla de plata en esgrima dado el notable desempeño de una espadachina hebreo-alemana, Helene Mayer. A su debido momento, Hitler se suicidó y Alemania perdió (una vez más) la guerra, el territorio teutón quedó (una vez más) dividido y con su pueblo (una vez más) destrozado, y en no pocos sentidos.
En la Argentina de 1979, con el propósito de terminar con las acusaciones hechas por numerosas organizaciones internacionales en defensa de los derechos humanos y en vísperas de la visita al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la dictadura militar (en aquel entonces al poder) hizo imprimir 250.000 calcomanías autoadhesivas con la bandera nacional y el eslogan: "Los argentinos somos derechos y humanos." Escribe María Seoane: "el expediente 330/79 secreto prueba la utilización de fondos públicos para ocultar lo que ya era inocultable: los delitos de lesa humanidad cometidos por el terrorismo de Estado" (Clarín). En un principio el lema "los argentinos somos derechos y humanos" fue elogiado, y por no pocos, luego ese elogio pasaría a avergonzarlos.
IMAGEN Y ESTEREOTIPO. Bajo ciertas circunstancias, la imagen visual puede mostrarse estereotipada y a veces llegar a experimentar sucesivas transformarciones. Un caso interesante es el del rostro de Jesús. Dado que no existen registros acerca de cómo eran sur rasgos, su imagen fue concebida y destilada en el arte a lo largo de siglos y sin embargo se transformó gradualmente, solo con el correr de los mismos.
La imagen de Jesús en el siglo XIX lo presenta en términos de lo Sublime. Responde a la idea de Platón quien sostuvo que lo bello es lo bueno y lo verdadero. Se trata de la belleza personificada, mas una estereotipadamente nórdica.
Esta reconstrucción imaginaria del rostro de un israelita del siglo I EC fue hecha en 2002. La BBC de Londres la presenta como "el auténtico rostro de Jesús." Se trata de uno estereotipadamente semita en este caso. ¿Provocación o golpe bajo insular? Ambos.
Dado que se trata de un caso sensible, acaso adecuado sea aquí el recurrir a los matices de un Rembrandt, quien para su imagen de Cristo retrató con insuperable talento a un joven judío del siglo XVII logrando una pintura admirable cuando se consideran el tacto y sensibilidad del artista para con ambos.
Una premonitoria paradoja visual: Andreas Weber, Marcha a la tumba, 1932
En la Argentina de 1979, con el propósito de terminar con las acusaciones hechas por numerosas organizaciones internacionales en defensa de los derechos humanos y en vísperas de la visita al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la dictadura militar (en aquel entonces al poder) hizo imprimir 250.000 calcomanías autoadhesivas con la bandera nacional y el eslogan: "Los argentinos somos derechos y humanos." Escribe María Seoane: "el expediente 330/79 secreto prueba la utilización de fondos públicos para ocultar lo que ya era inocultable: los delitos de lesa humanidad cometidos por el terrorismo de Estado" (Clarín). En un principio el lema "los argentinos somos derechos y humanos" fue elogiado, y por no pocos, luego ese elogio pasaría a avergonzarlos.
IMAGEN Y ESTEREOTIPO. Bajo ciertas circunstancias, la imagen visual puede mostrarse estereotipada y a veces llegar a experimentar sucesivas transformarciones. Un caso interesante es el del rostro de Jesús. Dado que no existen registros acerca de cómo eran sur rasgos, su imagen fue concebida y destilada en el arte a lo largo de siglos y sin embargo se transformó gradualmente, solo con el correr de los mismos.
La imagen de Jesús en el siglo XIX lo presenta en términos de lo Sublime. Responde a la idea de Platón quien sostuvo que lo bello es lo bueno y lo verdadero. Se trata de la belleza personificada, mas una estereotipadamente nórdica.
Esta reconstrucción imaginaria del rostro de un israelita del siglo I EC fue hecha en 2002. La BBC de Londres la presenta como "el auténtico rostro de Jesús." Se trata de uno estereotipadamente semita en este caso. ¿Provocación o golpe bajo insular? Ambos.
Dado que se trata de un caso sensible, acaso adecuado sea aquí el recurrir a los matices de un Rembrandt, quien para su imagen de Cristo retrató con insuperable talento a un joven judío del siglo XVII logrando una pintura admirable cuando se consideran el tacto y sensibilidad del artista para con ambos.
Indiquemos entonces que que la contribución de Rembrandt fue precisamente la de trascender los estereotipos. Para Rembrandt, quien era un hombre íntegro y un auténtico creyente en Dios, pintar a Jesús no era un asunto racial o partidario. Su obra es maestra tanto artística como moralmente.
Lo cierto es que nadie puede probar cómo era exactamente el rostro de Jesús. Es por eso que saludable resulta entonces el trascender los viciosos estereotipos raciales de otros tiempos y poder así llegar a ver en la fascinante diversidad plástica la valiosa real contribución de aquellos autores de talento.
INTENTO DE ROMPER LOS MOLDES. La parodia es un buen antídoto contra la solemnidad, tal como lo demuestra Niní Marshall (Marina Esther Traveso) cuando baila "La muerte del cisne" en el film argentino Yo quiero ser bataclana (1941).
Jugar con los estereotipos es algo bien conocido por comediantes y humoristas. Al hacer su papel de Doña Pola, Niní usa una nariz postiza y da vida a un grotesco que en no poca medida refleja la agridulce condición del ser judío. Y si bien el hacer buen negocio y el dinero son cruciales en la vida de Doña Pola, ella es también presentada como una persona inteligente, con buenos modales, simpática y bondadosa. Dueña de la tienda "Los Tres Hemisferios" no pierde ocasión para hacerle publicidad y, en medio de la "austeridad" argentina de los años '70, ella intenta, como todo el mundo, salir a flote como puede.
Y se nos fue... redepente (Argentina, 1979)
Significativamente, A través de sus personajes Niní juega con los arquetipos de la inmigración argentina (y no solo el judío, sino también con el español y el italiano, cosa que sucede cuando hace de la gallega Cándida o de la italiana Catita). Niní caricaturiza pero inofensivamente. Provocando la risa, su humor es desmesurado mas simultáneamente sano. No hay en lo suyo golpes bajos ni tampoco perversidad (como sí ocurre, por ejemplo, en este otro caso).
Hoy, buscando confrontar al público con sus propios prejuicios, algunos humoristas se han vuelto auténticos provocadores y se esmeran en incomodar a la audiencia exagerando los esterotipos hasta el absurdo. Un ejemplo de ello es Sacha Baron Cohen quien, valiéndose de personajes insólitos y delirantes intenta combatir desde la pantalla la indiferencia general ante la discriminación (de quien supuestamente nada tiene que ver con uno). "El camino a Auschwitz," recuerda Cohen citando a Ian Kershaw, "fue construido no con odio sino con indiferencia." Y procede entonces a aderezar los estereotipos haciendo una ultrexagerada parodia de ellos, cosa que los vuelve insoportables para la audiencia.
El estereotipo llevado al absurdo. Tres personajes de Baron Cohen: Brüno el afectadísimo homo-reportero de moda austríaco; ordinario y antisemita, Bórat es también reportero, pero de un ex-país soviético; suburbano, nuevo rico y ultramacho, Ali G es un entrevistador mediático norteamericano, vulgar y lleno de éxito.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Es posible sostener que los estereotipos son creencias irracionales que limitan, condicionan y desfamiliarizan al género humano de la realidad circundante. Posiblemente buena parte de los estereotipos desaparezcan al incrementase el nivel de educación en las personas.
El mundo está lleno de barreras que impiden el real encuentro entre las personas y gran parte de ello se debe a la persistencia de los estereotipos. De hecho, la generalización induce al error. Considérese lo expresado por Hermann Keyserling y téngase presente a su vez que el estereotipo es hijo del razonamiento inductivo y la generalización.
Mariano Akerman
Véase también
• Prejuicio
Ref. educación, sociedad, sociología, psicología social, identidad, concientización, respeto mutuo, solidaridad
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