1897 |
Historia del Pueblo de Israel VI, dir. Adrián Moscovich, 4a ed., revisada y ampliada, Buenos Aires: ORT Argentina, 2001, Módulo 47.
p. 304. INMIGRACIÓN URBANA. Los orígenes.
Desde finales del siglo XVI y durante todo el siglo XVII tuvo lugar la llegada clandestina al Río de la Plata de judíos portugueses huyendo de las persecuciones del Tribunal de la Inquisición, pese a las restricciones vigentes en los territorios españoles. Esta región distaba mucho de Lima, sede del gobierno y de la Inquisición, y esto la hacía especialmente apta para la infiltración de portugueses. Del puerto se dirigían hacia las provincias y se mezclaban con la escasa población del lugar; allí se afincaban y desarrollaban junto a sus familiares sus actividades, e incluso modificaban sus apellidos. El número de estos inmigrantes sefaradím es difícil de determinar.
Ricardo Rojas decía: “No podemos calcular cuántos de estos sefaradím entraron en territorio argentino durante la época colonial, ya vinieran directamente de Portugal o de España o ya indirectamente después de haber pasado por el Brasil o por el Perú...”.
La sociedad colonial combatía la presencia ilegal de extranjeros e “indeseables” mediante leyes y edictos. La legislación española y los actos de la Inquisición se unieron para negar toda base legítima a cualquier forma de existencia judía.
Si había en la Argentina uno que otro descendiente de conversos, su condición judía era tan borrosa y diluida que sólo servía para corroborar la norma dominante: las provincias del Río de la Plata eran territorios vacíos de judíos.
Cuando España fue invadida por Napoleón a comienzos del siglo XIX y hecho prisionero el rey Fernando VII, se aceleraron los movimientos emancipatorios en las colonias. Los aparatos administrativos se fueron derrumbando y también comenzó a declinar el Santo Oficio de la Inquisición en América.
En la Argentina, el Tribunal del Santo Oficio no se extinguió automáticamente con la Revolución de Mayo de 1810. Fue la Asamblea Constituyente de 1813 la que abolió la Inquisición. El decreto del 24 de marzo de 1813 dice:
“Queda desde este día absolutamente extinguida la autoridad del Tribunal de la Inquisición en todos los pueblos del territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y por consiguiente se declara devuelta á los [...] eclesiásticos su primitiva facultad de velar sobre la pureza de la creencia por los medios canónicos [...], guardando el orden y respetando el derecho de los ciudadanos”. Firmado: Dr.Tomás Valle, presidente, Hipólito Vieytes, secretario. A partir de 1860, cuando la Constitución se convirtió en la Ley Básica con vigencia en todo el territorio de la Confederación Argentina, la clase dirigente
p. 305. comenzó a trazar una nueva estrategia para desarrollar las vastas extensiones de un país despoblado y decidió abrir sus puertas sin limitaciones a una política de inmigración masiva. El periplo habitual que comenzaba en el Hotel de Inmigrantes iba después diferenciándose para cada grupo humano. Algunos permanecían en la ciudad y otros se dirigían al interior del país. Con el arribo de estos podemos encontrar la inmigración ashkenazí y la sefaradí. La primera fue fomentada y apoyada por instituciones; estos inmigrantes huían de la persecución zarista. La segunda venía por sus propios medios de países tolerantes donde les era permitido ejercer libremente su culto y su tradición. La semejanza idiomática y la formación cultural de los sefaradím se constituyeron en factores que estimularon la inmigración. Podemos señalar que ya en 1860 se celebró en Buenos Aires el primer matrimonio judío, tropezando con ciertas dificultades legales. Salomón y Elizabeth Levy intentaron casarse según el rito judío, y que fuese consagrado legal y oficial. Los novios eran ciudadanos franceses. El problema que se había presentado ante el presidente de la Corte Suprema era si los judíos estaban comprendidos en la jurisprudencia acerca de casos de matrimonios no católicos. La primera presentación de la pareja judía fue rechazada aduciendo que los precedentes creados no se aplicaban al caso judío. Fue necesaria hasta una apelación a la Corte Suprema con la intervención del abogado Miguel Navarro Viola, quien a través de diferentes instrumentos demostró que una boda realizada según el rito judío no contradecía las leyes argentinas. La instancia superior se expidió favorablemente. Esta boda judía fijó el punto de partida expreso para la existencia judía legal en la Argentina.
Un personaje exótico: El capitán Luis Hartwing Brie (1834-1917) Nació en Hamburgo. Llegó a Río de Janeiro a los trece años de edad. Cuando el gobierno brasileño decidió prestar ayuda al general Urquiza en su lucha contra Rosas, organizó un grupo de voluntarios y él fue uno de los primeros en alistarse. Tomó parte de casi todas las batallas y llegó a Buenos Aires con el ejército victorioso de Urquiza. Fue nombrado sargento por el valor demostrado en combate. Brie se estableció en Buenos Aires y se alistó nuevamente en la guerra contra el Paraguay, finalizando con el grado de capitán. Brie adoptó la ciudadanía argentina, convirtiéndose en el primer ciudadano legal argentino que profesaba abiertamente la religión judía. Aunque contrajo enlace dos veces con damas argentinas de religión católica, se sentía ligado al judaísmo. Fue uno de los fundadores dela primera organización comunitaria judía, y en 1894 fue presidentede la institución Jevrá Kedushá. En 1897 adhirió a la primera entidad sionista constituida en el país. Murió en 1917 y fue sepultado en el cementerio de Liniers.
p. 306. La CIRA asumió funciones civiles y políticas, sumadas a las confesionales, aunque todavía no hubiera concretado la construcción de un templo propio. En los primeros tiempos, los eventos religiosos se celebraban en la residencia particular de Gabriel Krämer (vocal de la Congregación). A partir de 1875 se trasladaron a un salón ubicado en la calle Artes 301 (hoy Carlos Pellegrini 351). Segismundo Auerbach, primer presidente de la Congregación Israelita de la República Argentina, se dirigió el 12 de septiembre de 1877 a José María Gutierrez, ministro de Culto del presidente Avellaneda, solicitando “autorización para llevar un registro de los nacimientos, matrimonios y defunciones de los judíos”. Es importante señalar que en esa época se registraban todos estos acontecimientos en actas religiosas; recién en 1884 se iba establecer en la capital de la República y en los territorios nacionales el Registro Civil. El Procurador General opinó que antes de solicitar cualquier trámite el solicitante debe acreditar su carácter de sacerdote de la fe judía. Auerbach respondió que él no lo era, e insistió en que se autorizara a llevar ese registro al secretario dela Congregación, teniendo a la vista el certificado del ministro de culto israelita que celebrara el acto religioso. El Procurador General aconsejó rechazar la petición de Auerbach porque el control sobre los registros de los actos civiles correspondía a las provincias. Y el decreto presidencial del 17 de noviembre de 1877 dispuso: “concurra el interesado donde corresponda”. Como consecuencia de este decreto, la Municipalidad de Buenos Aires autorizó a la CIRA a llevar un registro de nacimientos, casamientos y defunciones – pese a no contar con un rabino. El primer asiento lleva la fecha 6 de enero de 1879.
p. 307. En 1882, a pedido del presidente de la CIRA, el Gran Rabino del Consistorio Central de Francia designa a Henry Joseph como rabino de la República Argentina. En 1889 la CIRA adquirió una finca en lacalle Junín 1775/1777 para construir allí el templo. Por resolución posterior esa propiedad fue vendida, y se adquirió el solar de Libertad 785 (sede actual). Se comenzó allí la construcción de la primer[a] sinagoga.
En el año 1885 se iniciaron gestiones para lograr la adquisición de un cementerio particular, para lo cual se formó la Jevrá Kedushá (Piadosa Compañía) que recién en 1894 se fundó oficialmente. Ese mismo año se remitió al intendente de la ciudad de Buenos Aires una carta en la que se informaba sobre su fundación y sus fines, aclarando que la principal tarea consistiría en ayudar a los hombres judíos en los últimos momentos de su existencia, y en proporcionarles todo lo necesario parala sepultura según los preceptos de la religión judía.
La primera reunión con el fin de fundar una “Sociedad de entierro[s]” se realizó el día 26 de septiembre de 1893 en el salón de la “Unión Obrera Israelita-Poalei Tzedek” en el local de la calle Corrientes 1283. A decir verdad es de dudar si los afiliados a esa sociedad eran realmente obreros. Su sede constaba de un pequeño salón y de una también pequeña sinagoga. Esta institución mantenía una escuelita primaria también religiosa llamada “Talmud Torá”. En esa reunión se aprobó por unanimidad la necesidad de tal corporación de entierro[s]. En una reunión posterior se propuso elegir a un administrador, un tesorero, un secretario, un viceadministrador, un prosecretario, dos inspectores y tantos “obreros” (sepultureros) cuantos se presentaran voluntariamente. En calidad de representante de la corporación fue nombrado Henry Joseph. El título de “representante” se debe comprender en el sentido de que al morir un judío,el representante emitía una recomendación al cementerio de los protestantes, pidiendo un lugar para un sepulcro judío.
El rabino Joseph siempre se ocupaba de esas diligencias, consideradas como mitzvot (actos piadosos); lo venía haciendo aún antes de haberse concebido la idea de fundar la Jevrá Kedushá. Esta quedó constituida bajo la presidencia honoraria del rabino Joseph, y la efectiva del capitán Brie. Los judíos de la capital comenzaron a organizar sus instituciones religiosas y de beneficencia. Aparecieron periódicos judíos y activaban varias asociaciones culturales y sociales.
[...]
p. 308. El primer rabino en Buenos Aires. Henry Joseph, el primer rabino de Buenos Aires, fue un comerciante inglés, nombrado para esta función en 1882, a la edad de cuarenta y cinco años. A fines de ese mismo año fue presentado a las autoridades argentinas, que reconocieron su investidura sacerdotal. Su figura controvertida generó ciertos conflictos; expresó la falta de colaboración de los miembros de la congregación para el buen desempeño de su función, y amenazó con renunciar a su cargo si no cumplían con su promesa de cooperación. A estos entredichos se le sumó que, a pesar del logro de la conversión de su mujer cristiana al judaísmo, esa judaización no le impidió a ella ir a rezar regularmente a la iglesia y educar a sus hijos como cristianos. Se creó un fuerte grupo opositor que pidió su renuncia, aunque por otra parte a algunos miembros de la Comisión directiva de la Congregación no les importaba. Estos se consideraban “liberales” y tildaban a los otros de fanáticos, ya que muchos de ellos también estaban casados con mujeres cristianas y tampoco educaban a sus hijos como judíos. Finalmente Joseph presentó su renuncia en la década del 90. No obstante prosiguió con sus actividades en el seno de la comunidad. Aunque todavía no había cementerio comunitario, se interesaba en las gestiones de dar sepultura según la religión judía. Fue también uno de los fundadores de la Jevrá Kedushá y del Hospital Israelita [...]. Falleció el 25 de mayo de 1913 y su última voluntad fue que se le diera sepultura de acuerdo con el ritual de la religión judía.
p. 305. comenzó a trazar una nueva estrategia para desarrollar las vastas extensiones de un país despoblado y decidió abrir sus puertas sin limitaciones a una política de inmigración masiva. El periplo habitual que comenzaba en el Hotel de Inmigrantes iba después diferenciándose para cada grupo humano. Algunos permanecían en la ciudad y otros se dirigían al interior del país. Con el arribo de estos podemos encontrar la inmigración ashkenazí y la sefaradí. La primera fue fomentada y apoyada por instituciones; estos inmigrantes huían de la persecución zarista. La segunda venía por sus propios medios de países tolerantes donde les era permitido ejercer libremente su culto y su tradición. La semejanza idiomática y la formación cultural de los sefaradím se constituyeron en factores que estimularon la inmigración. Podemos señalar que ya en 1860 se celebró en Buenos Aires el primer matrimonio judío, tropezando con ciertas dificultades legales. Salomón y Elizabeth Levy intentaron casarse según el rito judío, y que fuese consagrado legal y oficial. Los novios eran ciudadanos franceses. El problema que se había presentado ante el presidente de la Corte Suprema era si los judíos estaban comprendidos en la jurisprudencia acerca de casos de matrimonios no católicos. La primera presentación de la pareja judía fue rechazada aduciendo que los precedentes creados no se aplicaban al caso judío. Fue necesaria hasta una apelación a la Corte Suprema con la intervención del abogado Miguel Navarro Viola, quien a través de diferentes instrumentos demostró que una boda realizada según el rito judío no contradecía las leyes argentinas. La instancia superior se expidió favorablemente. Esta boda judía fijó el punto de partida expreso para la existencia judía legal en la Argentina.
Un personaje exótico: El capitán Luis Hartwi
p. 306. La CIRA asumió funciones civiles y políticas, sumadas a las confesionales, aunque todavía no hubiera concretado la construcción de un templo propio. En los primeros tiempos, los eventos religiosos se celebraban en la residencia particular de Gabriel Krämer (vocal de la Congregación). A partir de 1875 se trasladaron a un salón ubicado en la calle Artes 301 (hoy Carlos Pellegrini 351). Segismundo Auerbach, primer presidente de la Congregación Israelita de la República Argentina, se dirigió el 12 de septiembre de 1877 a José María Gutierrez, ministro de Culto del presidente Avellaneda, solicitando “autorización para llevar un registro de los nacimientos, matrimonios y defunciones de los judíos”. Es importante señalar que en esa época se registraban todos estos acontecimientos en actas religiosas; recién en 1884 se iba establecer en la capital de la República y en los territorios nacionales el Registro Civil. El Procurador General opinó que antes de solicitar cualquier trámite el solicitante debe acreditar su carácter de sacerdote de la fe judía. Auerbach respondió que él no lo era, e insistió en que se autorizara a llevar ese registro al secretario dela Congregación, teniendo a la vista el certificado del ministro de culto israelita que celebrara el acto religioso. El Procurador General aconsejó rechazar la petición de Auerbach porque el control sobre los registros de los actos civiles correspondía a las provincias. Y el decreto presidencial del 17 de noviembre de 1877 dispuso: “concurra el interesado donde corresponda”. Como consecuencia de este decreto, la Municipalidad de Buenos Aires autorizó a la CIRA a llevar un registro de nacimientos, casamientos y defunciones – pese a no contar con un rabino. El primer asiento lleva la fecha 6 de enero de 1879.
p. 307. En 1882, a pedido del presidente de la CIRA, el Gran Rabino del Consistorio Central de Francia designa a Henry Joseph como rabino de la República Argentina. En 1889 la CIRA adquirió una finca en lacalle Junín 1775/1777 para construir allí el templo. Por resolución posterior esa propiedad fue vendida, y se adquirió el solar de Libertad 785 (sede actual). Se comenzó allí la construcción de la primer[a] sinagoga.
En el año 1885 se iniciaron gestiones para lograr la adquisición de un cementerio particular, para lo cual se formó la Jevrá Kedushá (Piadosa Compañía) que recién en 1894 se fundó oficialmente. Ese mismo año se remitió al intendente de la ciudad de Buenos Aires una carta en la que se informaba sobre su fundación y sus fines, aclarando que la principal tarea consistiría en ayudar a los hombres judíos en los últimos momentos de su existencia, y en proporcionarles todo lo necesario parala sepultura según los preceptos de la religión judía.
La primera reunión con el fin de fundar una “Sociedad de entierro[s]” se realizó el día 26 de septiembre de 1893 en el salón de la “Unión Obrera Israelita-Poalei Tzedek” en el local de la calle Corrientes 1283. A decir verdad es de dudar si los afiliados a esa sociedad eran realmente obreros. Su sede constaba de un pequeño salón y de una también pequeña sinagoga. Esta institución mantenía una escuelita primaria también religiosa llamada “Talmud Torá”. En esa reunión se aprobó por unanimidad la necesidad de tal corporación de entierro[s]. En una reunión posterior se propuso elegir a un administrador, un tesorero, un secretario, un viceadministrador, un prosecretario, dos inspectores y tantos “obreros” (sepultureros) cuantos se presentaran voluntariamente. En calidad de representante de la corporación fue nombrado Henry Joseph. El título de “representante” se debe comprender en el sentido de que al morir un judío,el representante emitía una recomendación al cementerio de los protestantes, pidiendo un lugar para un sepulcro judío.
El rabino Joseph siempre se ocupaba de esas diligencias, consideradas como mitzvot (actos piadosos); lo venía haciendo aún antes de haberse concebido la idea de fundar la Jevrá Kedushá. Esta quedó constituida bajo la presidencia honoraria del rabino Joseph, y la efectiva del capitán Brie. Los judíos de la capital comenzaron a organizar sus instituciones religiosas y de beneficencia. Aparecieron periódicos judíos y activaban varias asociaciones culturales y sociales.
[...]
p. 308. El primer rabino en Buenos Aires. Henry Joseph, el primer rabino de Buenos Aires, fue un comerciante inglés, nombrado para esta función en 1882, a la edad de cuarenta y cinco años. A fines de ese mismo año fue presentado a las autoridades argentinas, que reconocieron su investidura sacerdotal. Su figura controvertida generó ciertos conflictos; expresó la falta de colaboración de los miembros de la congregación para el buen desempeño de su función, y amenazó con renunciar a su cargo si no cumplían con su promesa de cooperación. A estos entredichos se le sumó que, a pesar del logro de la conversión de su mujer cristiana al judaísmo, esa judaización no le impidió a ella ir a rezar regularmente a la iglesia y educar a sus hijos como cristianos. Se creó un fuerte grupo opositor que pidió su renuncia, aunque por otra parte a algunos miembros de la Comisión directiva de la Congregación no les importaba. Estos se consideraban “liberales” y tildaban a los otros de fanáticos, ya que muchos de ellos también estaban casados con mujeres cristianas y tampoco educaban a sus hijos como judíos. Finalmente Joseph presentó su renuncia en la década del 90. No obstante prosiguió con sus actividades en el seno de la comunidad. Aunque todavía no había cementerio comunitario, se interesaba en las gestiones de dar sepultura según la religión judía. Fue también uno de los fundadores de la Jevrá Kedushá y del Hospital Israelita [...]. Falleció el 25 de mayo de 1913 y su última voluntad fue que se le diera sepultura de acuerdo con el ritual de la religión judía.
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