2.12.20

AK 011 201202


Marcos Gabriel Vanzini (comp.), Historias curiosas de templos de Buenos Aires, 2a ed., Buenos Aires: Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, 2011, § 32, pp. 80-83: "La emilla de una comunidad que creció en una plaza."

Creemos en la importancia de preservar nuestra historia y nuestras raíces como camino hacia el respeto y el entendimiento mutuo. Estas Historias Curiosas nos recuerdan de qué forma llegaron a construirse los templos, el crecimiento de las comunidades y las visitas de distintas personalidades que muchas recibieron. Pero por sobre todas las cosas el el esfuerzo que los integrantes de cada comunidad pus[ier]o[n] en tener un lugar de pertenencia que los encuentre unidos y les permita compartir su fe y su identidad (Lic. Federico Suárez, Director General de Cultos, p. 10).

Todo grupo humano esconde en su entramado más vida de la que se pueden
percibir a simple vista. A lo largo de los años cada uno de los que nació o llegó a Buenos Aires, aportó algo que sumado al de otros tantos fue reescribiendo y adornando nuestra querida ciudad. La fe de miles de hombres y mujeres creyentes fue engendrando un importante número de comunidades de culto, que más tarde o más temprano, decidieron levantar un espacio físico que los congregue, los contenga y los identifique. [...] Es nuestra intención que al leer estos breves textos la sorpresa o el asombro haga nacer la inquietud de conocer más de cerca la inmensa riqueza que representa para la Ciudad de Buenos Aires la fructífera presencia religiosa de diversos cultos y tradiciones
(Vanzini, p. 11).


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§ 65. Bet El - Asociación Comunidad Israelita Latina de Buenos Aires, Piedras 1164, San Telmo

Bet El, San Telmo

En 1860 comenzaron a llegar, de manera individual y discretamente, judíos de Marruecos, la mayor parte de ellos era de origen sefaradí [...]. Se instalaron en el viejo barrio de San Telmo y sus primeros oficios religiosos los celebraban [...] en una casa particular propiedad de la familia Levy, en la calle [...] del Buen Orden. Posteriormente y porque aumentó el número de miembros de la comunidad se crearon otras dos sinagogas, también en domicilios particulares [...]. El aumento del número de integrantes de la comunidad determinó que en 1891 se fundara la Asociación Comunidad Israelita Latina de Buenos Aires. [...] En 1917, la comisión directiva de la Comunidad compró un terreno en la calle Piedras 1164 para edificar su propia sinagoga, cuya construcción fue encargada al arquitecto italiano José Tartaglia. El 14 de septiembre de 1919, se inaugró el edificio terminado con la presencia del Gran Rabino de la Congregación Israelita de la República Argentina, Don Samuel Halphon. La sinagoga [...] recibió el nombre de "Bet El." ' El arquitecto Tartaglia, que no era judío, la construyó en el estilo italiano que estaba de moda por aquella época, es un recinto elegante, alegre y luminoso. La luminosidad proviede de algunos vitrales que se hallan detrás del arca donde se guarda la Torá (los Rollos de la Ley), donde unos motivos geométricos de vivo colorido, que rodean a las Tablas de la Ley, confieren a este edificio un carácter y nua belleza propios de las sinagogas sefaradíes y orientales (Alicia Vischnivetzky de Benmergui, citada en Historias curiosas, pp. 170-171).

J. Tartaglia, Templo judeo-marroquí Bet El, 1919. Piedras 1164, San Telmo

A comienzos del siglo XX, la Congregación Israelita Latina, fundadora de esta sinagoga, logró la compra de un terreno en la calle Piedras 1164 donde se levantó el mencionado edificio. En esos años, cuando se realizó la obra, Buenos Aires no estaba tan poblada; la ciudad comenzaba a experimentar profundos cambios, derivados de la nueva composición social y del crecimiento económico que se vivía en ese momento.
Hacia finales del siglo XIX, la producción arquitectónica y la idea de progreso, alentaban a los constructores a abandonar la tradición nacional para incorporarse a los modelos de la cultura de Francia, Italia y Gran Bretaña.
Buenos Aires crecía y se transformaba adquiriendo las características de una metrópoli de población cosmopolita y se extendía creando nuevos centros, además de los consagrados. La imagen de la ciudad, en este período, como capital de una nación en formación, requería de nuevos símbolos que la identificaran con la modernidad, con la mirada puesta en Europa. En el viejo continente, el eclecticismo imperante recobraba imágenes de su historia, que nuestro país también adoptó. Por lo tanto, no nos resultará extraño hallar en los edificios construidos en dicho período, esas influencias, incluso en la tipología sinagogal.
Este edificio de la calle Piedras, interior y exteriormente, es un ejemplo más de la arquitectura porteña de la década del veinte. El proyecto estuvo a cargo de José Tartaglia, arquitecto de origen italiano, no judío, no existen otros datos, la obra habla en cada detalle.
Está emplazada en un terreno convencional entre medianeras, correspondiente a la división parcelaria de Buenos Aires, y la sinagoga ocupa la totalidad de los 8 metros de ancho del lote. El edificio está conformado por un hall de acceso que antecede a la sinagoga propiamente dicha, donde se encuentra la escalera de acceso a la galería superior y otros anexos. El salón está conformado por una nave única, rectangular. Esta forma define una fuerte dirección longitudinal ya que acceso y Eijal (arca), punto focal principal, se encuentran en los lados menores del mismo. Una tarima se eleva por encima del nivel del salón dando lugar a la ubicación de la bimá y detrás de ella al Eijal que se encuentra flanqueado por dos columnas doradas. Una galería superior, el espacio destinado para las mujeres, recorre el lado corto del acceso y los dos laterales largos hasta unos metros antes de llegar al espacio del Eijal. Se dispone a modo de balconeo sobre el salón principal y constituye una fluidez espacial que ha de permitir la participación de las mujeres en los servicios. Desde el techo, compuesto por una bóveda de cañón, pende una enorme lámpara; ubicada en el centro del salón, ilumina la parte principal. Además, hermosas lucarnas permiten una iluminación cenital natural, a la vez que dejan ver las estrellas por la noche. En el muro posterior del edificio, detrás del arca sagrada, se recortan cinco vanos cuyo cerramiento lo componen bellos vitrales.
El arquitecto incorporó en esta obra su saber y el lenguaje de influencia italiana. El antepecho que recorre la galería superior está ornamentada por pequeñas columnas de orden corintio. Esta arquitectura académica de finales del siglo XIX y principios del XX se hace evidente en la fachada, básicamente una conformación simétrica en que un gran arco de medio punto sobre dos pilastras abarca la totalidad de la composición. Las particiones verticales responden a un esquema tripartito enfatizando el área central donde se ubica la entrada. Por debajo del arco se ubican tres ventanales con vitrales, uno central de dimensiones mayores a los dos laterales siguiendo la tripartición mencionada.
Una partición horizontal, materializada por una suerte de friso adornado con pequeñas columnitas de orden corintio con arquitos de medio punto idéntico al detalle del antepecho de la galería alta del interior. Este friso llega hasta las pilastras laterales sin superponerse a ellas donde se destaca la verticalidad que muestran las mismas. Sobre este friso se ubicaban, además, las dos tablas que simbolizan las tablas de la ley, hoy inexistentes. Debajo de este friso tres puertas macizas de madera siguen la tripartición simétrica proveniente del interior. Para completar, el frente está adornada por arabescos siguiendo la curvatura del arco y las pilastras laterales contienen, cada una de ellas, un pequeño nicho donde se ubican un par de columnitas salomónicas coronadas por un pequeño arco en forma de herradura o morisco.
Todo el edificio se encuentra retirado de la línea municipal. Una escalinata eleva la edificación sobre el nivel de la calle. La línea municipal queda reconstruida a través de una reja. El edificio constituye una discontinuidad en el espacio urbano. Según el arquitecto Aldo Rossi, en una ciudad se manifiesta ese especial contraste entre lo universal y lo particular, lo individual y lo colectivo. Esta división de la esfera privada y la pública está relacionada con la arquitectura de la ciudad.
Las áreas públicas están constituidas por edificios de carácter colectivo, destinados a actividades de la comunidad que la identifican como tal. Los sitios religiosos, constituyen gran parte de este universo: son sus espacios sagrados.
Dentro del universo de los edificios de carácter colectivo edificados por la comunidad judía son las sinagogas los signos más visibles y representativos. Sus elecciones de lenguajes o estilos arquitectónicos respondieron, más bien, al momento histórico de la construcción de estos edificios y a las preferencias de cosmética de cada grupo según su origen o el de los diseñadores. Su presencia se ha de evidenciar a partir de su morfología, más monumental, algo retirados de la línea municipal, cargados con adornos y símbolos visibles propios del judaísmo. La sinagoga Bet El de la calle Piedras, se erige a manera de quiebre en el espacio profano de una ciudad (Sara Vaisman, "La sinagoga de la calle Piedras," Sefaraires magazín menzual independente, No. 47, marzo de 2006, pp. 5-6; https://esefarad.com/wp-content/uploads/2016/06/047-sefaraires-marzo2006.pdf).

§ 72. Gran Templo de Paso, Balvanera - txt. pp. 186-187

Templo Paso

En el conocido barrio del Once, la calle Paso le da popularmente nombre a esta importante sinagoga. Hacia 1894 un grupo de inmigrantes de religión judía, provenientes de Rusia y de Polonia, deciden comenzar con el estudio de los textos sagrados, [surgiendo así] el "Talmud Torá Harishoinó", considerándose a esta iniciativa el primer instituto de educación judía del país; el modelo a seguir eran los "Jeider" (habitación) existentes en la Europa Oriental; allí se comienzan a realizar los servicios religiosos. La locación de la institución fue cambiando desde la calle Viamonte al 1400, luego en Lavalle 1900 y más tarde en Lavalle 1700.

Meer Nortman y Salomón Jurovezky, Gran Templo de Paso, 1927.
Paso 423, Balvanera

[...] Se inauguró en 1927, con la presencia del presidente de la Nación, Marcelo T. de Alvear, la sinagoga de la calle Paso. El templo fue proyectado y construido por el arqitecto Meer Nortman y el ingeniero Salomón Jurovezky. En la guía Shalom Bs. As., encontramos una detallada descripción: La entrada es imponente por sus grandes arcadas, que conduce a una enorme puerta de madera que a su vez permite entrar a la sinagoga, con capacidad para cerca de dos mil personas sentadas. El techo está a unos veinte metros de altura, y de él cuelgan arañas móviles con motivos dorados. Los amplios balcones están divididos y sostenidos por gruesas columnas de concreto. Sobre el pasillo principal pueden verse los espaciosos asientos de madera y el gran sector del púlpito, al cual se sube mediante cuatro escalones. El Arca Sagrada, hecha en forma semicircular y pegada a la pared, tiene columnas de mármol de Carrara, una cúpula de madera y una corona dorada en su parte superior. Arriba del púlpito, que mira hacia la gente, hay un tradicional candelabro de seis velas labrado y bañado en oro. El templo cuenta con treinta y tres rollos de la tora, muchos de ellos adornados con motivos de leones y coronas.

Adrian Yekkes: Jewish Buenos Aires [+]


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