27.1.11

"Los gallegos somos nosotros"

Por José Pablo Feinmann - Página/12, Argentina, 4.11.2000



1. Este país surgió de un chiste de gallegos. Porque eso fue la Revolución de Mayo: un chiste de gallegos. Fue decirles ostensiblemente a ellos, los gallegos, que no se los quería más por estas tierras, ya que eran un pueblo que históricamente atrasaba, ya que eran, ellos, la “barbarie” en comparación con los países a los que la Revolución quería unir su destino: Francia e Inglaterra. De este modo –y durante casi todo el siglo XIX–, la historia argentina se hizo contra España, debíamos liberarnos de los “gallegos”, tanto en lo militar como en lo cultural. Convengamos en que en esos tiempos todavía no se les decía “los gallegos”, pero España representaba aquello que había que abandonar, dejar atrás. En suma, la barbarie en su expresión colonialista y arcaica. Los nuevos tiempos reclamaban otros horizontes geopolíticos, otros rostros de la Europa: los que encarnaban el Progreso, es decir, el librecambio smithiano inglés y el contractualismo roussoniano francés, con una osada condimentación jacobina en lo político. Tal fue la urdimbre del gesto “antigallego” de Mayo.
Los jóvenes románticos de la generación del ‘37 (Echeverría, Alberdi, Vicente Fidel López, Juan María Gutiérrez) se lanzaron, desde el Salón Literario, a la búsqueda de una identidad nacional. Había que encontrar una filosofía para constituir un país, según la fórmula de Alberdi. Mayo había sido el triunfo de la espada, era ahora el momento del triunfo de la inteligencia. Para tal empresa, nuestros jóvenes próceres se lanzaron a contar chistes de gallegos. Es decir, a hablar pestes de España, a denigrarla. Echeverría dijo: “Somos independientes, pero no libres. Los brazos de España no nos oprimen, pero sus tradiciones nos abruman”. Gutiérrez fue aún más hiriente; su chiste de gallegos fue acaso el más virulento. “La nación española (...) nunca ha salido de un puesto humilde e ignorado en la escala de la civilización europea”. Alberdi acercó lo suyo: “La España nos hacía dormir en una cuna silenciosa y eterna”. Y también: “A la España le debemos cadenas; a la Francia, libertades”. Luego propuso cambiar el idioma español por el francés, que tenía, dijo, una “armonía más íntima con nuestro pensamiento americano”. (Estas citas están en mi libro Filosofía y nación, Ariel 1996, pp. 98/99.) [...].
2. ¿Cuándo se les empezó a decir “gallegos” a los españoles? Esto tiene que ver con el fenómeno inmigratorio. Como todos saben, este país se hizo con la inmigración. (Nota: Si a usted le incomoda que escriba “este país” y no “nuestro país”, me permitiría preguntarle ¿de veras todavía cree que este país es “nuestro”?) Todos conocemos ese viejo chiste: el hombre desciende del mono; los argentinos, de los barcos. Pero –para ser precisos– digamos que quienes descendieron de los barcos para convertirse en argentinos fueron ellos. Sí, los gallegos. Venían de Galicia, se embarcaban en el puerto de Vigo y soñaban con hacer la América. No la hicieron. Se transformaron en anarquistas libertarios, en sindicalistas o –masivamente– en dueños o mozos de bares. Así, el español que el argentino medio conoció fue “el gallego”. El gallego pobre, el que venía con una mano atrás y otra delante, el que no tenía estudios, el que era lanzado a estas costas por la pobreza, por el desencanto con el espacio natal. Fue blanco fácil para los porteños piolas que habitaban los bares. Se convirtió en símbolo de la torpeza, de la estupidez, de la incultura. Ser “un gallego” fue, sin más, ser un bruto. No es casual que la muy exitosa antología de Pepe Muleiro se llamara: Los más inteligentes chistes de gallegos. El título jugueteaba con el oxímoron “gallego inteligente”, pero otra posible e inmediata lectura expresaba que los chistes eran “inteligentes” porque los habíamos hecho nosotros, los argentinos. Así, los chistes de gallegos eran el divertido resultado de la inteligencia argentina trabajando sobre la materia prima de la brutalidad gallega.
3. El concepto de gallego quedó pegado a la figura del español inmigrante y asumió tal poder que cubrió, enturbiándolo, a todo lo hispánico. En poco tiempo y para siempre todos los españoles fueron gallegos, aun aquellos que nos aclaraban que no lo eran, que venían de otras partes de España. Vano intento: el que venía de España era gallego y punto. En el Diccionario de María Moliner, “gallego” –en una de sus acepciones– se explicita como un giro hispanoamericano: “Se aplica a los inmigrantes españoles”. No obstante, por esas cosas de la historia, por la contrainmigración protagonizada por los argentinos durante las últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI, pronto María Moliner incorporará la palabra “sudaca” a su Diccionario. Y dirá: “Se aplica a los inmigrantes argentinos”. Y los argentinos piolas habrán de reconocer algo: esta palabra, sudaca, tramada por las palabras sudor y caca, expresa un refinado nivel de crueldad. Pocas veces el desdén fue tan ingeniosamente expresado. Ahora los piolas argentinos lo saben: los gallegos son muy inteligentes. Pero ese saber lo sufren en carne propia, como una fiera venganza de la historia.
4. [...] No son nada tontos los “gallegos”: sus grupos económicos en el país de los piolas son Repsol-YPF, Telefónica de España, Banco Santander, Endesa (Edenor y Edesur) y SEPI (Aerolíneas Argentinas), entre otros. O sea, si los “gallegos” quieren, los argentinos piolas nos quedamos sin petróleo, sin teléfonos (ya no podremos contarnos por teléfono chistes de gallegos), sin agua, sin luz y sin volar a ninguna parte.


Envidia, por Javier Inga

Acaso algunos chistes (pero no ya “de gallegos”, sino “de argentinos”) arrojen algo de luz. [...] Se dice que los niños argentinos ya no juegan a las escondidas porque a nadie le interesa encontrarlos. [...] Que los argentinos son tan boludos como para poner un huevo en el microondas y agarrarse el otro al cerrar la puerta. Que se ahogan si les ponen un espejo en el fondo de un lago. Que cuando hay tormenta y relampaguea miran hacia arriba porque creen que Dios les está sacando una foto. Que tienen el mejor antitranspirante del mundo: la desocupación.
Por último, usted sabrá, como sabemos todos, que la OEA dice que la esperanza de vida es en España de 77 años y aquí de 67. Que ellos –sí, los “gallegos”– destinan 4600 millones de dólares para investigación y desarrollo y nosotros –de piolas que somos– sólo 1700. Que el PBI español duplica al nuestro y también el PBI por habitante. Que el desempleo [en Argentina] es notoriamente menor y que [ellos] están 15 lugares más arriba en el ranking mundial de productividad. Que no hay película argentina donde no aparezca un “gallego” porque para hacer cine tenemos que pedirle dinero a España. Entonces, aquí, usted, yo, todos los argentinos piolas que durante años nos divertimos con esos chistes sobre gallegos brutos, nos preguntaremos: ¿Quiénes son los gallegos? Y la respuesta es el título de esta nota.

2 comments:

Pinti Llobell said...

Me encanta este material. Buenísimo. ¡Muchas gracias!

Silvia Weisz said...

Adoro recorrer tu selección. Un beso y el cariño de siempre.