El Papa Francisco ha indicado La Crucifixión Blanca como su pintura favorita.* A continuación exploramos el cuadro de Chagall, su contexto histórico e importancia en materia interreligiosa.
La Crucifixión Blanca es un cuadro que a primera vista expresa la agonía de Jesús así como el dolor del pueblo judío.
En el óleo hoy preservado en el Instituto de Arte de Chicago central es la figura de Jesús crucificado. Sus ojos se hallan cerrados. Desde su posición única en la cruz, la figura Jesús comunica no poca serenidad.[1]
En la obra, la figura de Jesús no es presentada con el paño común a conocidas Crucifixiones sino un manto ritual judío para orar (talit).
Sobre la cruz figura la inscripción "INRI" (abreviatura de Iesus Nazarenus Rex Iudeorum), expresión de doble-filo escogida por los romanos para humillar tanto a Jesús como a los hebreos. Significativamente, ambos -de un modo u otro- comparten la condición de estar sometidos al yugo pagano. Con todo, en la pintura de Chagall, las mencionadas iniciales latinas son seguidas por su versión in extensum, a la que Chagall inscribe recurriendo al uso de caracteres hebreos tradicionales (Iéshu Hanotzrí Mélej Haiehudim).
En la historia del arte, Chagall, artista judío, pinta a Jesús de Nazaret con una compasión que conmueve y lo reconoce, ante todo y por sobre todo, como hijo de la nación hebrea.[2]
El Jesús de Chagall no posee corona de espinas ninguna, mas algo semejante a un turbante parece haberla reemplazado. Tal elemento conecta implícitamente a Jesús con los profetas de la Tierra Santa. En efecto, en el arte europeo pre-moderno, el turbante fue empleado persistentemente como atributo distintivo de los profetas hebreos.
La figura de Jesús en la cruz es presentada por Chagall con sensibilidad. Grande es el respeto e innegable la compasión del maestro de Vitebsk para con Jesús. Según lo pintado por Chagall claros están el origen, la integridad e inocencia de Jesús, a quien el pintor ha representado como un ser puro e iluminado. Un haz de luz blanca desciende sobre la cruz e ilumina la singular figura del Nazareno.
La escena representada por Chagall muestra una Europa en tinieblas y la luz que desciende sobre Jesús es única en todo el cuadro. Emanando desde el firmamento, ella lo presenta como un ser extraordinario, el que finalmente vencerá a la muerte cuando la Resurrección.
El título de la obra de Chagall tiene su origen precisamente en esa luz de esperanza.[3]
Chagall pintó esta obra en 1938, el mismo año de la Kristallnacht o Noche de los cristales rotos en Austro-Alemania, pocos meses antes de iniciarse el exterminio sistemático de prácticamente toda la población judeo-europea, así como la destrucción de su facetada cultura.
Chagall era parte de ella y ella era parte de Chagall.
Porque suya era la cultura del shtétl y del Yiddish, de los estudios y de los casamientos en la aldea, de las papas y de los candelabros, de las parejas y de los rabinos, de talentos y de negocios, de cabritos y de somovares, de sueños y de "ya sé que estoy soñando pero por favor no me despiertes" -en fin, de pequeñas eternidades y de pógroms en abundancia.
No por casualidad es Chagall además autor de aquellos violinistas que desde su obra continuan aún hoy ejecutando melodías klétzmer desde el precario equilibrio que presupone el andar haciéndolo precisamente donde lo hacen, allí, sobre el tejado.
Una rima folclórico-tradicional perteneciente a la cultura Yiddish, ésa a la que Chagall mismo perteneció y de la que sólo algunos fragmentos hoy sobreviven, afirma que el mundo es en su totalidad un puente muy estrecho y [al encontrarse ante ese puente tan angosto que es la vida y estar uno a punto de cruzarlo] lo fundamental es no asustarse.[4]
En su autenticidad, la obra plástica de Chagall es expresión de coraje y pertenece además a una cultura guiada por la tradición, el estudio y la esperanza.
En 1937, con el propósito de segregar los poblados europeos y de sabotear la libre expresión (que es el fruto fundamental del arte moderno), los nazis exhibieron obras de Chagall entre lo que ellos calificaron como ejemplos de arte "degenerado" (Entartete Kunst).[5]
La Crucifixión Blanca fue realizada por Chagall sólo un año después.[6]
En la Crucifixión Blanca, a ambos lados de la cruz, pueden verse las figuras preocupadas e incluso agitadas de algunos judíos de la Europa oriental. Sobre la izquierda del cuadro irrumpen los revolucionarios comunistas con sus banderas rojas, mientras que el fuego consume las casas y la comunidad hebrea intenta alejarse del Viejo Continente en un sobrecargado botecito; sobre el lado derecho de la obra la situación tampoco es mejor: un nazi profana y destruye una sinagoga, y también ella arde en llamas.
La figura de Jesús es por otra parte, es también iluminada por un candelabro, conocido en hebreo como menoráh (lámpara, luminaria).
Cruz y menorá coexisten también en el Mausoleo Dorrego-Ortiz Basualdo (que se encuentra en el Cementerio de la Recoleta). Chagall presumiblemente pudo no haber conocido ese conjunto escultórico italo-porteño, pero a Francisco Bergoglio, alguna vez Arzobispo de la Ciudad de Buenos Aires, casi con toda seguridad el mismo no lo debe haber dejado para nada indiferente.
Pero volvamos a Chagall. Al yuxtaponer a Jesús con los judíos de la Europa oriental, ¿Chagall no reinventa acaso la historia? Tal vez. Porque muy posible es el que Chagall haya pintado aquí la experiencia de algún creyente que no fuese indiferente frente aquello que les sucedía a los judíos europeos en el año 1938: la destrucción sistemática de su mundo, de su cultura, de sus vidas.
Entre las figuras representadas en la Crucifixión Blanca se encuentra un hombre judío que parece haber logrado rescatar la Torá y quien a su vez, con tristeza, avanza, pero sin quitar la vista ni de Jesús en la cruz ni de la sinagoga en llamas. Delante de ese hombre puede verse otro en azul, portando un cartel otrora escrito en alemán e identificándolo como judío. Hijo del pueblo de la memoria, Chagall no pudo sino registrar todo esto para recordárselo al espectador una y otra vez.[7]
Jesús ha sido marcado por los romanos (INRI) y, análogamente, también lo ha sido el recién mencionado judío por los nazis ("Ich bin Jude"). Históricamente, ambos rótulos fueron concebidos con el mismo propósito: humillar a las víctimas. Con todo, en la pintura de Chagall dichos rótulos revierten tal intención y solo dejan al descubierto el sinsentido y la banalidad del mal.[8]
El hombre con la bolsa que también figura en la Crucifixión Blanca es usual en la imaginería de Chagall. Podría ser una triste alusión al otrora muy popular mito europeo del Judío Errante, aunque en este caso probablemente simbolice además los permanentes traslados de la comunidad hebrea en ese duro período.
La cruz, en particular aquella en las escenas de la Crucifixión, fue durante mucho tiempo percibida por el siempre minoritario pueblo judío como un símbolo de opresión. Sin embargo, en La Crucifixión Blanca Chagall reformula tal percepción y representa el dolor como un factor común tanto a Jesús como al pueblo hebreo.
Chagall fue un pintor profundamente espiritual.
Y, a diferencia de no poca gente de su época, Chagall mantuvo una visión amplia y esperanzada.
Chagall respetó a su prójimo; es más, probablemente incluso le deseó el bien.
Humano ante todo y por sobre todo, Chagall amó tanto la tradición como la innovación.
Es cierto que Chagall desarrolló un tipo de Jesús específicamente judío.[9] Con todo, la contribución real de Chagall reside en su recuperar al Jesús hebreo, sin por ello abandonar él su propio judaísmo (el de Chagall), para llegar así finalmente a hermanarse con tanto con los judíos como con los cristianos.
Fuera de lugar estaría entonces el tildar al arte de Chagall como "arte judío", ya que el suyo de hecho sí lo es, pero solo hasta cierto punto. Dado que Chagall va más allá de su propio judaísmo o bien, si se quiere, crea un verdadero díalogo con el cristianismo. Conviene recordar que, por sobre todas las cosas, Chagall fue un maestro creador y que su arte se origina en contexto específico y particular, pero sin olvidar que Chagall fue también siempre consciente del plano universal al que su obra debía aspirar y que es precisamente por ello logró ir más allá del mencionado contexto o lote que en la vida le tocó.
Haciendo referencia directa a ciertos momentos tremendos en la historia de la humanidad, la pintura de Chagall funciona como si fuese una plegaria u oración dirigida a Dios, una que a su manera llega a expresar -en términos visuales- las palabras de San Pablo: "Hermanos míos, esos de mi propio pueblo, la gente de Israel. De ellos es la adopción como hijos [del Señor], la gloria divina, los pactos, la ley, las oraciones a Dios desde el Templo y el contar con Sus promesas. Suyos son los patriarcas, y desde ellos es trazado el linaje humano del Cristo" (Romanos, 9: 1-5).
En una sola pintura Chagall ha logrado unir aquello que por muchísimos siglos comunidades enteras concibieron sólo en términos de segregación y antagonismo.
Los comitentes, financistas e incluso autores de los cinco ejemplos precedentes indudablemente poco y nada sabían de la prédica de San Pablo y sus estimulantes analogías arbóreas. Caso contrario no hubiesen perdido ni su tiempo ni sus fuerzas fabricando toneladas de innecesarios alardes narcisistas por toda Europa. Citemos a San Pablo una vez más:
Agreguemos una última reflexión acerca de la relación entre el árbol de navidad y lo que la gente en él percibe. Si se fija la atención en los (a menudo deslumbrantes) ornamentos del árbol de navidad, acaso se corra el riesgo de olvidar que la tradición original (pagana) involucraba el que al árbol a ser empleado se le amputase desde el vamos su raíz. ¿Y no es un árbol sin raíz acaso un árbol condenado a muerte?
Claro que eso sólo se comprende con los años. Así, casi parafraseando a San Pablo, cuando por ejemplo Francisco Luis Bernárdez escribe uno de sus mayores sonetos, concluye sus versos recordándonos que lo que el árbol tiene de florido vive de aquello que tiene sepultado.
Es precisamente en este sentido que la Crucifixión Blanca de Chagall funciona como un verdadero puente entre culturas.
Tal como sucede con el título de un óleo pintado por Gauguin en 1897, también la Crucifixión Blanca tiende a interrogarnos acerca de dónde venimos, qué somos, y a dónde vamos.[10]
Como trabajo estimulante para el diálogo interreligioso, La Crucifixión Blanca constituye un puente entre creencias, así como también un puente entre creyentes.
El cuadro de Chagall no se centra solo en el sufrimiento, sino que expresa además la vulnerabilidad del hombre y su real necesidad de creer en Dios.
Dicho en otras palabras, caminante hay camino.[11]
Dada la originalidad y el profundo sentir espiritual que como obra conlleva, La Crucifixión Blanca de Marc Chagall es un cuadro extraordinario, una obra maestra que brilla y se destaca entre las obras más significativas del arte occidental.
Notas
* Jorge Mario Bergoglio, entrevistado por Francesca Ambrogetti y Sergio Rubin, El Jesuita, Editorial Vergara, 2010, p. 196; véase también Nicolás de la Carrera, Crucifixión Blanca, Peregrinos, 14.3.2013, y Mario Giliardoni, La pintura preferida del Papa Francisco, Trastienda Plus, 5.4.2013.
1. La tonalidad amarilla del cuerpo del Nazareno tiene su referente visual en El Cristo Amarillo de Paul Gauguin, óleo de 1889 que tiene que ver no tanto con la idea de representación sino con la libertad del pintor moderno en su uso de la forma y el color. Además a ello debe agregársele el conocimiento y práctica del fauvismo por parte de Chagall. Véase, por ejemplo, Marc Chagall.
2. Hubo otros pintores judeo-europeos que precedieron a Chagall y también pintaron a Jesús, pero lo hicieron representando las tradicionales escenas en las que los judíos tienen contacto con la prédica de Jesús en los tiempos bíblicos, ya sea en el Templo de Jerusalén o en la Sinagoga de Cafarnaúm. Tal es el caso de pintores tales como Maurycy Gottlieb y Max Liebermann quienes desarrollaron algo semejante a lo que hoy se denomina pintura histórica. Véase, por ejemplo, Gottlieb, Jesús Predicando, 1878-79 (Narodowy Museum, Varsovia); y Liebermann, Jesús a los 12 años en el Templo, 1878-79 (Kunsthalle, Hamburgo). Seis décadas más tarde, el tema y modo de operar de Chagall son considerablemente distintos ya el pintor no focaliza sobre las posibles diferencias entre Jesús y los judíos sino en aquello que tienen en común.
3. Iker Landeta, Análisis de La Crucifixión Blanca, Radio EUSKADI, 18.9.2012. La audición aporta ideas valiosas pero lamentablemente incluye también inexactitudes e información errónea: pógrom no es exactamente sinónimo de exterminio étnico; en la pintura de Chagall no hay "violencia entrecomillada" sino que la Crucifixión de Jesús y la profanación y desacralización de la sinagoga son en sí mismos actos de violencia (sin comillas ningunas); la amenaza real que se ve en el cuadro no es la ortodoxia rusa de la época de los zares sino el ateismo de los comunistas; no todo lo imaginario es necesariamente fantasía ni ensueño ni surrealismo: el simbolismo en el arte existe desde la época del arte rupestre; con todo, sí es cierto que a través de su obra Chagall contribuyó a que la iconografía hebrea sea conocida a nivel universal.
4. El texto fue originalmente formulado por Nájman de Breslav, rabino de Ucrania en cuyas enseñanzas la alegría posee un papel fundamental.
5. Mariano Akerman, Arte "Degenerado", Documenta, 2.12.2012
6. El pintor se encontraba en ese entonces en Francia.
7. Esa fue su intención inicial, incluso si tiempo más tarde haya repintado y cubierto el área que exhibía dicha inscripción en alemán.
8. La expresión "banalidad del mal" pertenece a Hannah Arendt.
9. Ziva Amishai-Maisels, "The Jewish Jesus," Journal of Jewish Art, vol. 9, 1982, pp. 84-104; Depiction and Interpretation: The Influence of the Holocaust on the Visual Arts, Oxford: Pergamon, 1993, parte 2, capítulo 3; "Origins of the Jewish Jesus", en Complex Identities: Jewish Consciousness and Modern Art, Rutgers University Press, 2001, capítulo 4; y "Jesus as a Jew in Jewish Art," The Jerusalem Post, Christian edition, 16 April 2009.
10. El óleo de Gaugin pertenece a su período tahitiano y el título original de la obra es de inspiración mahorí siendo no obstante fue formulado por el pintor posimpresionista en francés: "D'où venons-nous? Que sommes-nous? Où allons-nous?"
11. Contrariamente a lo que predica Antonio Machado al escribir su "cuando de nada nos sirve rezar" y acompañarlo por un "caminante no hay camino sino estelas en la mar." Frente a esto, uno podría suponer que Machado jamás se enteró de la existencia de Biblia y menos que menos de sus contenidos. La experiencia vivida lleva a la conclusión de que no es para nada recomendable el andar viviendo "a la que te criaste".
Marc Chagall, La Crucifixión Blanca, 1938 Art Institute of Chicago |
La Crucifixión Blanca es un cuadro que a primera vista expresa la agonía de Jesús así como el dolor del pueblo judío.
En el óleo hoy preservado en el Instituto de Arte de Chicago central es la figura de Jesús crucificado. Sus ojos se hallan cerrados. Desde su posición única en la cruz, la figura Jesús comunica no poca serenidad.[1]
En la obra, la figura de Jesús no es presentada con el paño común a conocidas Crucifixiones sino un manto ritual judío para orar (talit).
Sobre la cruz figura la inscripción "INRI" (abreviatura de Iesus Nazarenus Rex Iudeorum), expresión de doble-filo escogida por los romanos para humillar tanto a Jesús como a los hebreos. Significativamente, ambos -de un modo u otro- comparten la condición de estar sometidos al yugo pagano. Con todo, en la pintura de Chagall, las mencionadas iniciales latinas son seguidas por su versión in extensum, a la que Chagall inscribe recurriendo al uso de caracteres hebreos tradicionales (Iéshu Hanotzrí Mélej Haiehudim).
En la historia del arte, Chagall, artista judío, pinta a Jesús de Nazaret con una compasión que conmueve y lo reconoce, ante todo y por sobre todo, como hijo de la nación hebrea.[2]
El Jesús de Chagall no posee corona de espinas ninguna, mas algo semejante a un turbante parece haberla reemplazado. Tal elemento conecta implícitamente a Jesús con los profetas de la Tierra Santa. En efecto, en el arte europeo pre-moderno, el turbante fue empleado persistentemente como atributo distintivo de los profetas hebreos.
La figura de Jesús en la cruz es presentada por Chagall con sensibilidad. Grande es el respeto e innegable la compasión del maestro de Vitebsk para con Jesús. Según lo pintado por Chagall claros están el origen, la integridad e inocencia de Jesús, a quien el pintor ha representado como un ser puro e iluminado. Un haz de luz blanca desciende sobre la cruz e ilumina la singular figura del Nazareno.
La escena representada por Chagall muestra una Europa en tinieblas y la luz que desciende sobre Jesús es única en todo el cuadro. Emanando desde el firmamento, ella lo presenta como un ser extraordinario, el que finalmente vencerá a la muerte cuando la Resurrección.
El título de la obra de Chagall tiene su origen precisamente en esa luz de esperanza.[3]
Chagall pintó esta obra en 1938, el mismo año de la Kristallnacht o Noche de los cristales rotos en Austro-Alemania, pocos meses antes de iniciarse el exterminio sistemático de prácticamente toda la población judeo-europea, así como la destrucción de su facetada cultura.
Chagall era parte de ella y ella era parte de Chagall.
Porque suya era la cultura del shtétl y del Yiddish, de los estudios y de los casamientos en la aldea, de las papas y de los candelabros, de las parejas y de los rabinos, de talentos y de negocios, de cabritos y de somovares, de sueños y de "ya sé que estoy soñando pero por favor no me despiertes" -en fin, de pequeñas eternidades y de pógroms en abundancia.
No por casualidad es Chagall además autor de aquellos violinistas que desde su obra continuan aún hoy ejecutando melodías klétzmer desde el precario equilibrio que presupone el andar haciéndolo precisamente donde lo hacen, allí, sobre el tejado.
Una rima folclórico-tradicional perteneciente a la cultura Yiddish, ésa a la que Chagall mismo perteneció y de la que sólo algunos fragmentos hoy sobreviven, afirma que el mundo es en su totalidad un puente muy estrecho y [al encontrarse ante ese puente tan angosto que es la vida y estar uno a punto de cruzarlo] lo fundamental es no asustarse.[4]
En su autenticidad, la obra plástica de Chagall es expresión de coraje y pertenece además a una cultura guiada por la tradición, el estudio y la esperanza.
En 1937, con el propósito de segregar los poblados europeos y de sabotear la libre expresión (que es el fruto fundamental del arte moderno), los nazis exhibieron obras de Chagall entre lo que ellos calificaron como ejemplos de arte "degenerado" (Entartete Kunst).[5]
La Crucifixión Blanca fue realizada por Chagall sólo un año después.[6]
En la Crucifixión Blanca, a ambos lados de la cruz, pueden verse las figuras preocupadas e incluso agitadas de algunos judíos de la Europa oriental. Sobre la izquierda del cuadro irrumpen los revolucionarios comunistas con sus banderas rojas, mientras que el fuego consume las casas y la comunidad hebrea intenta alejarse del Viejo Continente en un sobrecargado botecito; sobre el lado derecho de la obra la situación tampoco es mejor: un nazi profana y destruye una sinagoga, y también ella arde en llamas.
La figura de Jesús es por otra parte, es también iluminada por un candelabro, conocido en hebreo como menoráh (lámpara, luminaria).
Cruz y menorá coexisten también en el Mausoleo Dorrego-Ortiz Basualdo (que se encuentra en el Cementerio de la Recoleta). Chagall presumiblemente pudo no haber conocido ese conjunto escultórico italo-porteño, pero a Francisco Bergoglio, alguna vez Arzobispo de la Ciudad de Buenos Aires, casi con toda seguridad el mismo no lo debe haber dejado para nada indiferente.
Al pie de cruz, la fe personificada vierte aceite en la menorá. Dubois y Villa, Mausoleo Dorrego-Ortiz Basualdo, fines siglo XIX o principios siglo XX. Cementerio de la Recoleta, Ciudad de Buenos Aires, República Argentina |
Pero volvamos a Chagall. Al yuxtaponer a Jesús con los judíos de la Europa oriental, ¿Chagall no reinventa acaso la historia? Tal vez. Porque muy posible es el que Chagall haya pintado aquí la experiencia de algún creyente que no fuese indiferente frente aquello que les sucedía a los judíos europeos en el año 1938: la destrucción sistemática de su mundo, de su cultura, de sus vidas.
Entre las figuras representadas en la Crucifixión Blanca se encuentra un hombre judío que parece haber logrado rescatar la Torá y quien a su vez, con tristeza, avanza, pero sin quitar la vista ni de Jesús en la cruz ni de la sinagoga en llamas. Delante de ese hombre puede verse otro en azul, portando un cartel otrora escrito en alemán e identificándolo como judío. Hijo del pueblo de la memoria, Chagall no pudo sino registrar todo esto para recordárselo al espectador una y otra vez.[7]
Jesús ha sido marcado por los romanos (INRI) y, análogamente, también lo ha sido el recién mencionado judío por los nazis ("Ich bin Jude"). Históricamente, ambos rótulos fueron concebidos con el mismo propósito: humillar a las víctimas. Con todo, en la pintura de Chagall dichos rótulos revierten tal intención y solo dejan al descubierto el sinsentido y la banalidad del mal.[8]
El hombre con la bolsa que también figura en la Crucifixión Blanca es usual en la imaginería de Chagall. Podría ser una triste alusión al otrora muy popular mito europeo del Judío Errante, aunque en este caso probablemente simbolice además los permanentes traslados de la comunidad hebrea en ese duro período.
La cruz, en particular aquella en las escenas de la Crucifixión, fue durante mucho tiempo percibida por el siempre minoritario pueblo judío como un símbolo de opresión. Sin embargo, en La Crucifixión Blanca Chagall reformula tal percepción y representa el dolor como un factor común tanto a Jesús como al pueblo hebreo.
Chagall fue un pintor profundamente espiritual.
Y, a diferencia de no poca gente de su época, Chagall mantuvo una visión amplia y esperanzada.
Chagall respetó a su prójimo; es más, probablemente incluso le deseó el bien.
Humano ante todo y por sobre todo, Chagall amó tanto la tradición como la innovación.
Es cierto que Chagall desarrolló un tipo de Jesús específicamente judío.[9] Con todo, la contribución real de Chagall reside en su recuperar al Jesús hebreo, sin por ello abandonar él su propio judaísmo (el de Chagall), para llegar así finalmente a hermanarse con tanto con los judíos como con los cristianos.
Fuera de lugar estaría entonces el tildar al arte de Chagall como "arte judío", ya que el suyo de hecho sí lo es, pero solo hasta cierto punto. Dado que Chagall va más allá de su propio judaísmo o bien, si se quiere, crea un verdadero díalogo con el cristianismo. Conviene recordar que, por sobre todas las cosas, Chagall fue un maestro creador y que su arte se origina en contexto específico y particular, pero sin olvidar que Chagall fue también siempre consciente del plano universal al que su obra debía aspirar y que es precisamente por ello logró ir más allá del mencionado contexto o lote que en la vida le tocó.
Haciendo referencia directa a ciertos momentos tremendos en la historia de la humanidad, la pintura de Chagall funciona como si fuese una plegaria u oración dirigida a Dios, una que a su manera llega a expresar -en términos visuales- las palabras de San Pablo: "Hermanos míos, esos de mi propio pueblo, la gente de Israel. De ellos es la adopción como hijos [del Señor], la gloria divina, los pactos, la ley, las oraciones a Dios desde el Templo y el contar con Sus promesas. Suyos son los patriarcas, y desde ellos es trazado el linaje humano del Cristo" (Romanos, 9: 1-5).
En una sola pintura Chagall ha logrado unir aquello que por muchísimos siglos comunidades enteras concibieron sólo en términos de segregación y antagonismo.
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Los comitentes, financistas e incluso autores de los cinco ejemplos precedentes indudablemente poco y nada sabían de la prédica de San Pablo y sus estimulantes analogías arbóreas. Caso contrario no hubiesen perdido ni su tiempo ni sus fuerzas fabricando toneladas de innecesarios alardes narcisistas por toda Europa. Citemos a San Pablo una vez más:
Y si la raíz es santa, también lo son las ramas. Pero si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, fuiste injertado entre ellas y compartes ahora la savia nutricia que te llega desde la raíz del olivo, no seas arrogante para con las ramas. Y si te jactas, sabe que no sustentas tú a la raíz, sino que es la raíz la que te sustenta a ti (Romanos, 11: 16-20).
Agreguemos una última reflexión acerca de la relación entre el árbol de navidad y lo que la gente en él percibe. Si se fija la atención en los (a menudo deslumbrantes) ornamentos del árbol de navidad, acaso se corra el riesgo de olvidar que la tradición original (pagana) involucraba el que al árbol a ser empleado se le amputase desde el vamos su raíz. ¿Y no es un árbol sin raíz acaso un árbol condenado a muerte?
El olivo en flor: tiene raíz. |
Claro que eso sólo se comprende con los años. Así, casi parafraseando a San Pablo, cuando por ejemplo Francisco Luis Bernárdez escribe uno de sus mayores sonetos, concluye sus versos recordándonos que lo que el árbol tiene de florido vive de aquello que tiene sepultado.
Es precisamente en este sentido que la Crucifixión Blanca de Chagall funciona como un verdadero puente entre culturas.
Tal como sucede con el título de un óleo pintado por Gauguin en 1897, también la Crucifixión Blanca tiende a interrogarnos acerca de dónde venimos, qué somos, y a dónde vamos.[10]
Como trabajo estimulante para el diálogo interreligioso, La Crucifixión Blanca constituye un puente entre creencias, así como también un puente entre creyentes.
El cuadro de Chagall no se centra solo en el sufrimiento, sino que expresa además la vulnerabilidad del hombre y su real necesidad de creer en Dios.
Dicho en otras palabras, caminante hay camino.[11]
Dada la originalidad y el profundo sentir espiritual que como obra conlleva, La Crucifixión Blanca de Marc Chagall es un cuadro extraordinario, una obra maestra que brilla y se destaca entre las obras más significativas del arte occidental.
Notas
* Jorge Mario Bergoglio, entrevistado por Francesca Ambrogetti y Sergio Rubin, El Jesuita, Editorial Vergara, 2010, p. 196; véase también Nicolás de la Carrera, Crucifixión Blanca, Peregrinos, 14.3.2013, y Mario Giliardoni, La pintura preferida del Papa Francisco, Trastienda Plus, 5.4.2013.
1. La tonalidad amarilla del cuerpo del Nazareno tiene su referente visual en El Cristo Amarillo de Paul Gauguin, óleo de 1889 que tiene que ver no tanto con la idea de representación sino con la libertad del pintor moderno en su uso de la forma y el color. Además a ello debe agregársele el conocimiento y práctica del fauvismo por parte de Chagall. Véase, por ejemplo, Marc Chagall.
2. Hubo otros pintores judeo-europeos que precedieron a Chagall y también pintaron a Jesús, pero lo hicieron representando las tradicionales escenas en las que los judíos tienen contacto con la prédica de Jesús en los tiempos bíblicos, ya sea en el Templo de Jerusalén o en la Sinagoga de Cafarnaúm. Tal es el caso de pintores tales como Maurycy Gottlieb y Max Liebermann quienes desarrollaron algo semejante a lo que hoy se denomina pintura histórica. Véase, por ejemplo, Gottlieb, Jesús Predicando, 1878-79 (Narodowy Museum, Varsovia); y Liebermann, Jesús a los 12 años en el Templo, 1878-79 (Kunsthalle, Hamburgo). Seis décadas más tarde, el tema y modo de operar de Chagall son considerablemente distintos ya el pintor no focaliza sobre las posibles diferencias entre Jesús y los judíos sino en aquello que tienen en común.
3. Iker Landeta, Análisis de La Crucifixión Blanca, Radio EUSKADI, 18.9.2012. La audición aporta ideas valiosas pero lamentablemente incluye también inexactitudes e información errónea: pógrom no es exactamente sinónimo de exterminio étnico; en la pintura de Chagall no hay "violencia entrecomillada" sino que la Crucifixión de Jesús y la profanación y desacralización de la sinagoga son en sí mismos actos de violencia (sin comillas ningunas); la amenaza real que se ve en el cuadro no es la ortodoxia rusa de la época de los zares sino el ateismo de los comunistas; no todo lo imaginario es necesariamente fantasía ni ensueño ni surrealismo: el simbolismo en el arte existe desde la época del arte rupestre; con todo, sí es cierto que a través de su obra Chagall contribuyó a que la iconografía hebrea sea conocida a nivel universal.
4. El texto fue originalmente formulado por Nájman de Breslav, rabino de Ucrania en cuyas enseñanzas la alegría posee un papel fundamental.
5. Mariano Akerman, Arte "Degenerado", Documenta, 2.12.2012
6. El pintor se encontraba en ese entonces en Francia.
7. Esa fue su intención inicial, incluso si tiempo más tarde haya repintado y cubierto el área que exhibía dicha inscripción en alemán.
8. La expresión "banalidad del mal" pertenece a Hannah Arendt.
9. Ziva Amishai-Maisels, "The Jewish Jesus," Journal of Jewish Art, vol. 9, 1982, pp. 84-104; Depiction and Interpretation: The Influence of the Holocaust on the Visual Arts, Oxford: Pergamon, 1993, parte 2, capítulo 3; "Origins of the Jewish Jesus", en Complex Identities: Jewish Consciousness and Modern Art, Rutgers University Press, 2001, capítulo 4; y "Jesus as a Jew in Jewish Art," The Jerusalem Post, Christian edition, 16 April 2009.
10. El óleo de Gaugin pertenece a su período tahitiano y el título original de la obra es de inspiración mahorí siendo no obstante fue formulado por el pintor posimpresionista en francés: "D'où venons-nous? Que sommes-nous? Où allons-nous?"
11. Contrariamente a lo que predica Antonio Machado al escribir su "cuando de nada nos sirve rezar" y acompañarlo por un "caminante no hay camino sino estelas en la mar." Frente a esto, uno podría suponer que Machado jamás se enteró de la existencia de Biblia y menos que menos de sus contenidos. La experiencia vivida lleva a la conclusión de que no es para nada recomendable el andar viviendo "a la que te criaste".
El Mesías con Ecclesia y Synagoga Vitral, Basílica de St Denis, Francia, siglo XII |
16 comments:
¡Gracias Mariano! Desconocía la historia de la pintura de Chagall. Muchos cariños
Me gusta mucho Chagall, es un optimista de la desdicha y jamás te deja en la desesperanza como tantos pintores. Excelentes los comentarios. Un abrazo y gracias, Mónica
Siempre me interesa lo que analizás.
¡Qué bueno!
Maravilloso Mariano. Gracias por este hermoso regalo. Cariños.
Estimado Mariano, regocijo sentí al leer tu trabajo, y lo rico de sus notas. Felicitaciones. Un abrazo. Jorge
Gracias Mariano, me parece super interesante. Lo leí atentamente. Gracias por compartirlo. Aprendí Mucho. Me impresioné con San Pablo. En Google busqué el significado de INRI, muy interesante. Abrazo, Eddy
Excelente análisis.
Apasionante. Interesantísimo. Me encanta. Siento que necesito conocer más sobre nuestra cultura judeocristiana en sus orígenes y sobre su vinculación ya que a la gente se le olvida de que el cristianismo nace del judaísmo. Así el leer tu texto me entusiasma aún más. El texto que has preparado es simplemente apasionante. Besotes
Me quedé pensando en lo fuerte y sabia que es la frase de San Pablo sobre los injertos en la planta de olivo.
Mariano love, what nice lines you have written and what a meaningful homage to professor Ziva Amishai-Maisels. Kisses
Dear Mariano,
Thank you for the article. I am especially interested in the cross with a menorah under it from the cemetery in Buenos Aires. Are there other monuments like that? Do you know why this combination was used in this case?
All the best,
Ziva
Dear Ziva,
I think there are some other such things in Argentina. Concerning the combination of motifs of the Mausoleo Dorrego Ortiz-Basualdo and its meaning, see my article online (documenta-akermariano.blogspot.com.br/2012/09/mausoleo-dorrego-ortiz-basualdo.html).
Best regards,
Mariano
Ah! Takes me back! Perhaps you could come back on a lecture tour?
LOL
Hola Mariano,
Leí la investigación y sus citas. Me encanta que Ziva te tenga presente y que siga pidiéndote que sigas indagando sobre el origen de las esculturas en el Dorrego Ortíz Basualdo en Recoleta.
Es su espíritu de docente de excelencia que nunca para de solicitar más y más investigaciones.
También me gusta el objeto elegido para la investigación.
Besos
¡Interesantísimo!
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